¿Por qué será que son nombrados coloquialmente
de forma diferente a aquellos insectos que en esencia son iguales? ¿Qué
misterio dará cabida al origen del nombre “grillo” y “saltamontes”? ¿Cuántas batallas
no se habrán librado, dejando a mil viudas en tierra, por decidir lo alto que
puede saltar ese insecto para ser nombrado como el gran saltador de montes? En
todo caso, las respuestas a estas preguntas con poco sentido parecieren no
importar lo suficiente como para que alguien más hayalas planteado,
incluyendo con ellas las propias interrogantes.
En ésta ocasión nosotros no
trataremos de contestar preguntas que nos llevarán a suposiciones y afirmaciones
que están más allá de lo que realmente podemos contestar o inclusive, entender.
Más sin embargo, apreciaremos aquellas
características que hacen preciosa a la criatura de turno, siempre pensando en
el contraste de todo aquello a lo que muchos se refieren como “aberrante” y a
lo que nosotros llamaremos “hermoso”.
Hay que evocar un escenario,
donde nuestros ancestros hayan visto a un pequeño insecto saltar tan alto como
la altura de sus ojos dejaba ver, haciendo una ilusión de que salta un gran
monte después de levantarse del suelo varios centímetros. Hay que recordar
aquellas patas traseras, que con tremendo salto evaden el peligro de su cazador
y atraen la mirada de su coleccionista. Debemos soñar con tener la habilidad de
llegar a la luna de un salto sin siquiera alejarnos de la madre tierra. Que
bellísimo estilo tienen los saltamontes para darnos tantos celos.
Ahora no hay que traspasar las
barreras metafísicas del pensamiento humano en contraste con la existencia de
estos insectos, y hay que destacar todo aquello bello que no es su salto, como
sus grandes ojos de plato y brillo magnífico; sus patrones tallados a mano por
los dioses en su frágil exoesqueleto, aquella forma que tienen para sostenerse
en cualquier superficie y muy destacable podemos mencionar su cantar al cielo o
simplemente la cama del más atento que no podrá dormir por las ansias que le
generan esa magnífica ópera personal.
Uno simplemente no puede imaginar
la vida sin saltamontes (grillos), pues que sería la vida nocturna sin su canto
o un paseo por un pastizal sin sus miles de saltos y rebotes, ¿qué sería de los
cuentos y fábulas con magníficas moralejas en donde usan a los saltamontes como
base y ejemplo? Se usaría otro insecto... ¡Claro que no!. Vida sin saltamontes, o
grillo, no podría volver a ser considerada vida.
Arteaga Estrada Aldo
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