La Otra
Reina.
Ana Bolena, la
segunda esposa del Rey Enrique VIII de Inglaterra, fue una mujer ambiciosa,
inteligente y hermosa. Ella fue la mujer que hizo temblar un imperio, cambiando
un linaje de sucesión y creando una religión. Quién ha cautivado a
escritores y cineastas, quienes han escrito y representado su vida en diversos
medios. La joven que no sólo tentó a un rey para que le mirará sobre su esposa,
sino que manejo sus cartas con precisión
para derrocar a la reina anterior y convertirse en la portadora de la corona
inglesa.
Ana pasó su
infancia en Francia en la Corte de Francisco I. Durante su estancia en la Corte
francesa, la joven noble aprendió modales finos, el manejo del idioma francés
(él cual era muy apreciado en la Corte Inglesa) y moverse entre los nobles para
ganar admiradores y favores. Al florecer en una bella joven fue enviada a
la Corte de Enrique VIII para convertirse en una Dama de compañía de la reina
Catalina, hija de los Reyes Católicos de España y esposa de Enrique.
Inmediatamente ganó la atención de varios varones, resaltando al Lord Henry
Percy y al Rey Enrique, quienes no ocultaban su afición hacia ella.
Esperanza del Refugio Aguilar Carrillo.
El Rey se
había obsesionado con la idea de obtener un hijo varón. Su esposa, Catalina,
había dado a luz sólo a una hija, María I, y su edad ya no era la ideal para
poder engendrar a un heredero sano. La joven
Ana era hermosa, fértil y poseía
atributos que atraían la mirada de los hombres, convirtiéndose en la opción
perfecta para el desesperado y “enamorado” regente. Enrique VIII la alejó de la
atención de otros hombres, cortejándole de manera pública, y evitó que su padre
diera su mano en matrimonio, para ello le otorgó títulos y propiedades.
Enrique VIII
buscó la anulación de su matrimonio con Catalina. El Papa se negó a conceder el
divorcio por contradecir el sacramento del matrimonio y para evitar enfurecer
al regente de España, pariente de la primera esposa del rey inglés. Al recibir
la negativa del Vaticano, Enrique proclamó la ruptura de lazos con la religión católica e instituyó una nueva
religión, el Anglicanismo. Anuló su anterior matrimonio y convirtió a Ana en su
nueva reina.
El
matrimonio entre Ana y Enrique tuvo una escasa duración. El fruto de su unión
fue Elizabeth I, quién lideraría a Inglaterra en una época fructífera para la
nación. Ana no pudo darle hijos varones, ganándose el rechazo público de su
esposo, y no era querida en la corte por sus acciones, por lo que no tenía ningún aliado. Fue
condenada por Enrique y la Corte, incluido su propio padre, a morir decapitada
bajo los cargos de adulterio, incesto y brujería, cargos que no fueron comprobados
y se creyeron falsos, ya que el rey contrajo nuevamente matrimonio en poco
tiempo y se supuso que éste solo había buscado eliminar a su segunda reina. Se
dice que Ana Bolena se mantuvo serena mientras esperaba al golpe del hacha que
daría fin a su vida, mostrando un semblante en blanco y siendo la primera reina
en enfrentar ese final.
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