Dicen que “mal de muchos,
consuelo de tontos”, pero, aunque nos tachen de tontos, eso no le quita lo
reconfortante a tener la certeza de que, en algún lugar del mundo, hay una o
más personas que cayeron en la misma trampa que nosotros. Es el consuelo que
nos queda al sabernos en la Friendzone: que no estamos solos, que hay alguien
que sabe exactamente cuánto nos duele, que entiende nuestra confusión y nuestro
miedo porque también lo siente; sin embargo, compartir el infierno no significa estar juntos.
La Friendzone no haría honor a su
nombre de no ser porque es el lugar donde los desencuentros son más frecuentes
que las coincidencias. Si bien la soledad no es algo que deba sorprendernos en
este lugar, debemos aclarar que los laberintos que ésta va tejiendo a nuestro
alrededor, son particularmente angustiantes para aquéllos que tratan de encontrarse
aquí, es decir, las personas que quieren ser más que amigos pero que se pierden
en el intento, incluso cuando el deseo es mutuo. ¿Cómo pueden dos personas quererse
y, sin embargo, perderse?
Tal como le explica el zorro al
Principito, “la palabra es fuente de malentendidos” y ni siquiera los mejores
amigos están exentos de esto: las fallas en nuestra comunicación van
fracturando los lazos que nos unen hasta romperlos irremediablemente. Es como
si dos personas conversaran en dos idiomas distintos y la mayoría de sus ideas
se perdieran en la traducción. Resulta un poco más trágico cuando estas
personas son dos amigos que se quieren de la misma manera, pero cuando tratan de encontrarse,
en vez de acercarlos, sus palabras los van alejando hasta hacerlos caer en el barranco
que es la Friendzone, de donde no se puede salir solo.
Pero las personas no sólo se
pierden hablando, a veces el silencio también hace daño. No digo que haya que
estar todo el día hablando sin parar ya que es posible hablar mucho sin decir
nada; el silencio es bueno y es necesario para una relación saludable, pero es
malo cuando nos callamos cosas que deberíamos decir. Tristemente, es más fácil
escucharnos quejándonos que diciendo algo que valga la pena, como “te quiero” o
“gracias por pasar tiempo conmigo”, etc. La sinceridad no es la solución a los
problemas de comunicación de la humanidad, pero puede ser el principio. Si no
tomamos conciencia de la manera en que nos comunicamos ahora, puede que después
ni siquiera gritando podamos encontrarnos.
A pesar de todos los años que la
humanidad lleva hablando parece que todavía no logramos controlar el poder de
las palabras: hay que aprender a usarlas, tanto a decirlas como a escucharlas.
No podemos pensar por el otro, pero
si debemos pensar en el otro. Es
absurdo intentar sobrevivir en la Friendzone, pero resulta aún más absurdo perder
a la persona que amamos por no ser capaz de darnos a entender: el error de
traducción más caro del mundo. ¡Bienvenidos a la Friendzone! El único lugar
donde tomarse de la mano no garantiza que no nos perdamos.
Ana Laura Bravo
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