lunes, 1 de febrero de 2016

Diario de viajes ficticios

 “Un libro, como un viaje, se inicia con inquietud y se termina con melancolía." 
                                                          José Vasconcelos


Debo confesar que, a pesar de haber estado en varios países alrededor del mundo, no había visitado el sur de mi propio país hasta hace poco. Necesitaba unos días fuera de la ciudad y del ajetreo cotidiano al que nunca logramos acostumbrarnos del todo. Normalmente me gusta viajar sola, y esto no quiere decir que esté cerrada a la compañía de otras personas, es sólo que creo que un viaje en la introversión puede resultar sumamente enriquecedor, sin embargo, también estoy convencida de que hay ciertas personas en nuestra vida que pueden volver cualquier momento más ameno, por ello, en esta ocasión decidí acompañar a un par de buenos amigos en un recorrido en carretera hasta territorio chiapaneco, haciendo dos paradas, una en Puebla y otra en Oaxaca.
   Son aproximadamente unas 4 horas hasta la capital de Puebla, donde nos quedamos en un hostal del centro de la ciudad con el propósito de salir temprano por la mañana hacia Oaxaca, pues quisimos acortar el largo viaje en carretera que significaría llegar directamente allá. Sin embargo, Puebla también tiene sus atractivos turísticos. En lo personal, me encanta su centro, que es inmenso comparado con el de otras ciudades, donde siempre se puede encontrar algún café bohemio con música en vivo, ya sea en el Barrio del Artista o en algún otro callejón por ahí, o un restaurante típico donde las cemitas, el mole y los chiles en nogada se presentan con gran orgullo poblano. 
   Proseguimos nuestra travesía al día siguiente hasta llegar a Benito Juárez, Oaxaca, ubicado en la Región Sierra Norte, uno de los puntos más altos de la geografía estatal que posee una vegetación boscosa a base de coníferas, diversas especies de pino, encino, entre otras. Comimos en un restaurante en la carretera y al llegar visitamos el mirador Piedra de Sol y La Cascada, a donde es necesario llevar unos buenos tenis que te permitan caminar por los senderos a lo largo de aquel territorio lleno de diversidad en flora y fauna. Antes del anochecer rentamos una tienda de campaña en una zona ecoturística y, como en cualquier campamento que se precie de llamarse así, no podía faltar una fogata, donde nos reunimos con otros campistas a pasar un rato agradable.
   En la mañana salimos temprano (aunque faltos de horas de sueño) rumbo a San Cristóbal de las Casas, Chiapas, ciudad colonial ubicada a 46 km por la autopista Tuxtla Gutiérrez. Paramos un par de veces en la carretera a disfrutar el clima húmedo y caluroso de la región y a estirar un poco las piernas caminando por ahí, ya que es un trayecto de siete horas y poco más. Nos instalamos en una cabaña muy rústica y después salimos a pasear por el centro, bastante lindo y pintoresco, según me pareció. Visitamos el mercado para comprar algunos productos y artesanías locales y pasamos por la plaza principal, a cuyo alrededor se encuentran la catedral, el palacio municipal, los portales, la iglesia de San Nicolás y la casa de la Sirena, la más antigua de la ciudad y llamada así por las esculturas que adornan sus ventanales.


   Al día siguiente, fuimos al jardín botánico de orquídeas Moxviquil, un lugar que preserva especies silvestres de diferentes zonas del estado de Chiapas, y a algunos museos que bien vale la pena ver. Siempre he sido bastante curiosa y me gusta mucho gastar el tiempo (cuando lo tengo) caminando por las calles de los lugares a los que voy, porque sólo así se descubren sitios inusuales y además siempre hay algo que ver y que aprender, así que durante todo ese día arrastré a mis dos amigos por uno de los tantos Pueblos Mágicos que tiene nuestro país, exprimiendo cada momento y sitio que pisábamos, pues al día siguiente partíamos hacia nuestro próximo destino.

Continuará.


Ana Estrada Martínez 

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